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lunes, julio 10, 2006

Recuperando textos: Joyas Literarias Juveniles

Habréis notado que ando un poco callado. Son varios los motivos: la declatación de Hacienda, un problemilla en el trabajo, que los niños están de vacaciones y eso supone mucho más trabajo en casa... Pero también que ando preparando un libro para una nueva colección de etxtos de Dolmen y que leo tebeos de Bruguera a punta pala. De hecho, en este apartado, vasto, extenso y caótico, me estoy planteando hacer algo en este campo. Un poco por todo esto es por lo que recupero este texto, del que me siento especialmente orgulloso, y que se publicó en el Dolmen 100 junto a un listado de títulos y autores. Aprovecho aquí para dar las gracias a Jesús Cuadrado que mne ayudó a cubrir los huecos que me faltaban y que por motivos diversos no pudieron darse en el Dolmen. Disfrutadlo.

Este artículo pretende ser un acercamiento a Joyas Literarias Juveniles, una de las colecciones más populares de los años setenta del mercado español, un título dedicado a adaptar al cómic libros de aventuras mayoritariamente y por los que pasaron algunos autores de lo más interesante. Las adaptaciones literarias no son algo nuevo en el mundo del cómic. Tardi ha adaptado a Leo Malet, Carlos Giménez a Becquer, Berni Wrightson a Poe y Lovecraft, Pratt La isla del tesoro y Leopoldo Sánchez Don Quijote de la Mancha por no mencionar las numerosas adaptaciones que realizó Chiqui de la Fuente o la colección del mercado americano Classics Illustrated, con la que el título del que vamos a hablar tiene más de un punto en común. Lo que distinguió JLJ de otras obras fue la absoluta preponderancia de la producción industrial sobre otros aspectos, aunque hubiese en ocasiones elementos, digamos artísticos, interesantes.

LOS INICIOS
En los años cincuenta la editorial Bruguera, la más importante posiblemente del momento en España, empezó a publicar unos libros de formato pequeño en tapa dura englobados bajo el título de Historias Selección. La verdad es que eran un engendro ya que los textos literarios eran normalmente pobres adaptaciones de los libros originales pero se hicieron extraordinariamente populares por su combinación del texto con una versión de éste en historieta a razón de páginas con una o dos viñetas en blanco y negro. Estos libros se dividían en varias series y por allí pasaron personajes de la literatura, el cómic y la televisión como el Príncipe Valiente, Tarzan, Viaje al fondo del mar, Bonanza o el Capitán Trueno. Pero sin duda los más habituales fueron las adaptaciones de novelas clásicas de aventuras de autores como Julio Verne, Emilio Salgari o Walter Scott. Si se hicieron populares fue sin duda por la parte de historieta que era lo único que leían los chavales, la gran mayoría al menos, y porque los adultos que los regalaban pensaban que regalaban a la vez un libro.
En esos años Bruguera editaba un montón de títulos semanales destinados al público infantil y juvenil. En ellos era habitual que se combinaran historietas de humor con algún cómic, normalmente más realista y de aventuras, publicado de forma seriada. Eran cabeceras como Tío Vivo, DDT, Din Dan o Sissy. De todos ellos el más popular era Pulgarcito (años más tarde el semanario Mortadelo le quitaría ese honor). Y fue en Pulgarcito, al final de los años sesenta, que empezaron a adaptarse novelas clásicas de la literatura juvenil como Las aventuras de Tom Sawyer o Dos años de vacaciones. Se publicaban a bitono a razón de seis episodios con un número final de páginas inferior a las típicas treinta que serían la norma con posterioridad. El experimento debió de funcionar porque poco después empezarían las adaptaciones a color a un ritmo de quince episodios con dos páginas por número. Las adaptaciones se extendieron a los demás semanarios de Bruguera que los editaban en ocho episodios, siete de cuatro páginas y uno final de dos. Éste sería el formato típico y que Pulgarcito adaptó tras unos años. Mortadelo sólo prepublicó algunos de los títulos de JLJ, concretamente algunos de los dedicados al Corsario Negro de Salgari, para aprovechar el estreno de la película realizada por el equipo de la extraordinariamente exitosa serie de televisión Sandokan, y que sustituirían al hasta entonces inamovible Corsario de Hierro.
Estas adaptaciones, vistas ahora, tienen un cierto aire anticuado por su considerable texto y sus numerosas viñetas por página pero a ver cómo iban a meter en treinta páginas una novela como David Copperfield si no es así... Pese a todo ello, bastantes de estos trabajos siguen manteniendo un considerable atractivo.
Y en 1970 Bruguera decidió recopilar esas adaptaciones bajo el título Joyas Literarias Juveniles, siendo el primero de todos Miguel Strogoff. El precio original era de 15 pesetas. Venían a ser un cómic-book: treinta páginas de historieta, con una portadilla, todo ello envuelto por una portada pintada de Antonio Bernal. Ésta es la colección conocida entre los aficionados como la serie verde, para diferenciarla de la serie roja, donde se editó El corsario de hierro de Víctor Mora y Ambrós, y la serie azul, dedicada a personajes para niñas (Esther, por mencionar la más popular). La colección Grandes Aventuras Juveniles, donde se publicaron las primeras aventuras del mencionado Corsario de Hierro pero también de El sheriff King, Roldán sin miedo, Supernova o Dani Futuro, y que apareció al mismo tiempo que la serie que nos ocupa estuvo a punto de aparecer como una subserie aunque al final, y pese a algunos anuncios ya publicados, se lo pensaron mejor.
Las recopilaciones nunca fueron cronológicas. Si uno se entretiene en ver donde se prepublicó cada número de JLJ no hay forma de entender el sistema que se usaba para programar los números de la colección. De hecho, creo que hay alguna adaptación que quedó olvidada y nunca llegó a ser recuperada (no puedo confirmarlo totalmente pero en Tio Vivo se editó El cazador de ciervos, posiblemente una adaptación de la novela de Fenimore Cooper).

LOS AUTORES
Hablemos ahora un poco de los autores implicados en estas adaptaciones. En primer lugar y claramente destacado debemos mencionar a José Antonio Vidal Sales quien bajo su nombre o alguno de sus numerosos pseudónimos (el más habitual en Joyas Literarias Juveniles fue el de Cassarel aunque no el único) fue el guionista que más números escribió. Y es que el tema de los pseudónimos dificulta saber si todos los nombres que se encargaron de las adaptaciones en el tramo final de la colección son auténticos o no.
Y no sólo en los nombres de los autores de la adaptación encontramos pseudónimos. También entre los autores adaptados. Por dos motivos: el primero es que en JLJ también aparecieron de vez en cuando algunas biografías (Julio César, Ricardo Corazón de León, Lawrence de Arabia) y para éstas se partió de los libros de la mencionada anteriormente Colección Historia que habían sido escritos por autores habituales de la casa. Así, bajo los ostentosos nombres de Enrico Farinacci o Elliot Dooley se escondía el más común Enrique Martínez Fariñas.
El segundo y más divertido era para disimular que no había tal adaptación sino que era un guión sin más. Me explico, Víctor Mora, el conocido guionista de El Capitán Trueno, El Jabato o Las crónicas del Sin Nombre, adaptó novelas como El último mohicano pero el grueso de su trabajo en esta colección fue adaptar al inexistente Vincent Mulberry (observe el lector la repetición de iniciales y el que Berry en inglés sea “mora”). Uno entiende que se hiciera esto ya que si el guionista se debía leer según que libros para hacer un guión, acababa ganando mucho tiempo si se lo inventaba directamente. Pero claro, uno recuerda cómo disfrutó de niño leyendo la adaptación de Claudio y la tabla redonda y cómo buscó la novela original sin ningún resultado. Otra opción era adaptar a un autor “anónimo” (Historia de un guerrero o los números dedicados a Simbad).
Esto también sucedió, normalmente asociado al tirón de algún producto cinematográfico o televisivo, con historias de Simbad, Heidi, Dick Turpin, el Corsario Negro o Sandokán, historias firmadas por Cassarel o por el creador del personaje indistintamente y sin demasiados miramientos.
Volviendo a los guionistas de JLJ, y ya mencionados Vidal Sales y Mora, podemos recordar las contadas pero muy competentes adaptaciones a cargo de Andreu Martín (lo que ganó la literatura lo perdimos los aficionados al cómic), especialmente vigorosos sus trabajos basados en Emilio Salgari y Enrique Sienkiewicz, y Armonía Rodríguez, esposa de Víctor Mora.
Las últimas adaptaciones vinieron firmadas por otros nombres, posibles pseudónimos, y que pasaron por la historieta con más pena que gloria, vistos sus más bien pobres resultados, muy lejos de lo que había sido la colección hasta entonces.
Pasemos ahora a los dibujantes. Con el final de nuevas aventuras de los héroes de la editorial como el Capitán Trueno, las adaptaciones fueron el destino de muchos de esos dibujantes. Así, Fuentes Man o Ángel Pardo realizaron algunos episodios de lo más interesante. De ellos, me quedaría con algunos de sus trabajos sobre Salgari (El león de Damasco y Los misterios de la jungla negra, respectivamente), obras llenas de energía y que superan sus más conocidas páginas con el Capitán Trueno. Otros, como Cerón, fueron tan prolíficos como desacertados. Otros fueron habituales de las adaptaciones pero con un nivel bastante más aceptable (Porto, el dibujante que más números hizo pese a ser de los últimos en incorporarse, por decir alguno). Muchos mantuvieron un buen nivel (Carrillo, García Quirós, Escandell, Duarte, Quesada, Vivas), trabajos que aguantan los años pasados sin problemas, dignos, legibles. Autores tan interesantes como Jesús Blasco, Luís Bermejo o Adolfo Buylla se acercaron sólo en una ocasión para tristeza de muchos. El resultado en definitiva es que el nivel gráfico fue muy desigual. Junto a trabajos memorables se publicaban páginas hechas de mala manera por autores competentes por la mecánica de producción o dibujadas directamente por gente que no era la más indicada.

LOS AUTORES ADAPTADOS
Pseudónimos aparte, si miramos los autores adaptados en JLJ vemos a los clásicos Julio Verne, Emilio Salgari, Walter Scott, algo de Dumas (no deberían de tener claro que les cupiese El conde de Montecristo en tan poco espacio) y Defoe, pero también varias novelas bastante más extrañas (La vuelta al mundo de dos pilletes, Aventuras de un soldado de Napoleón, las escritas por el Capitán Marryat)...
El autor más usado fue Verne con casi cincuenta adaptaciones, seguido a bastante poca distancia de Salgari (incluyendo o no, tanto da, los números que llevaban su nombre pero que no eran más que historias basadas en sus personajes). Luego ya vendrían Karl May-el Marcial Lafuente Estefanía alemán-, Charles Dickens-quien entre tanta aventura cantaba un poco- y Walter Scott.
El acabar usando las obras menos conocidas de estos autores (parecía que iban a editar en cualquier momento la correspondencia y las recetas de cocina) provocó que en sus últimos tiempos se incorporaran nuevos autores como Arthur Conan Doyle, Joseph Conrad o Victor Hugo. El final de la colección truncó ese rumbo y sólo nos queda elucubrar lo que hubiera podido ser su futuro.

CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS
Joyas Literarias Juveniles duró 269 números a lo largo de unos quince años. Al ser un producto muy intemporal, de muchos de los episodios hay varias ediciones que se diferencian porque así se indica en la contraportada (sólo la primera edición de los primeros números no llevaba a los autores y la fecha de publicación en la contraportada), además, claro está, de posibles precios diferentes según el año de impresión. La primera edición de algunos de los primeros episodios llevaban una portada algo más rígida y con un curioso motivo psicodélico en el interior de las portadas mientras que en los años ochenta se realizó un nuevo diseño de portadas en el que el color rojo era predominante.
Las reediciones de los diversos números bailaban según el tirón de un determinado número. Así, en pleno furor en los setenta de la serie de televisión Sandokan, el número del mismo nombre llegó a las cuatro ediciones, mientras que Viaje a la luna sólo llevaba dos, habiendo aparecido antes, o Quintin Durward tuvo que esperar al 1982 para ver su cuarta edición.
Aparte de incluir alguna de estas adaptaciones en números extraordinarios de las diversas publicaciones de la editorial, hubo dos colecciones destinadas a las reediciones de JLJ: Famosas Novelas y Superjoyas. La primera consistía en unos tomos con tapa dura que recogían trece números de JLJ en orden cronológico. La segunda consistía en tomos de tapa blanda que recopilaban tres adaptaciones del mismo autor, siendo el primero de ellos el dedicado a Edmondo D’Amicis, por aquello de aprovechar el éxito de ese momento de la serie de televisión Marco. Mención aparte se merece la colección Historias Color, versión moderna del primitivo Historias Selección, donde se seguían combinando cómic y páginas de texto, aunque la parte de historieta era en esta ocasión la adaptación a color que aparecía en JLJ.
Cuando la colección cerró, Bruguera editó una nueva serie donde se reeditaban algunos números de la anterior edición junto a algunos nuevos. El primero de ellos fue ua curiosa adaptación de Frankenstein a cargo de unos autores más modernos de lo habitual, habían colaborado no hacía mucho en CIMOC, y con una portada pintada de Esteban Maroto. El final de Bruguera, antes de reconvertirse en Ediciones B, acabó con la aparición de nuevas adaptaciones. Desde entonces, muchas de las obras aparecidas en Joyas Literarias Juveniles se han seguido reeditando en suplementos de periódicos o en lujosos y caros tomos tipo enciclopedia pero Ediciones B parece que las tiene totalmente olvidadas, para bien o para mal.