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lunes, septiembre 17, 2007

Reseñas ATP: La tetería del oso malayo de David Rubín

Acabo de regresar de las Jornadas de Avilés. Permitidme que vaya recuperanbdo el aliento tras unos días frenéticos. Mientras tanto os cuelgo un texto que escribí para la guía de esas jornadas y que enlaza con las reseñas ATP (A toro pasado). Para los que no hayan leído el titular va sobre La tetería del oso malayo de David Rubín...

A finales de 2005 la editorial vasca Astiberri editó, para un servidor, la mejor obra de ese año. Era un grueso tomo que recopilaba varias historias aparecidas anteriormente en la revista Dos veces breve con algunos cambios (relatos redibujados de arriba abajo, por ejemplo) más alguna otra inédita (como la más larga, Las cosas que terminan por romperse de 72 páginas, que bien podría haber sido publicada aparte por su extensión). La obra se titulaba La tetería del oso malayo y su autor era David Rubín, uno de los invitados a estas jornadas.
Sigfrido, el oso malayo del título, regenta una tetería en una ciudad sin nombre, donde humanos, animales antropomórficos, seres mitológicos y superhéroes se encuentran para buscar solución a sus problemas. En el fondo, todos han perdido algo o buscan algo que nunca han llegado a tener y se nos narra cómo se enfrentan a esa situación, con desesperación, con romanticismo, con ganas de superarlo o hundiéndose sin remedio. El tono de los relatos, por ello, varía desde la tragedia a la comedia romántica pasando por el costumbrismo, el homenaje al manga o una especie de what if con Superman, una debilidad del autor, aunque siempre manteniendo una hermosa sensación de melancolía.
La tetería… fue nominada a cuatro premios en el pasado Saló del Còmic de Barcelona: mejor obra, mejor guión, mejor dibujo y mejor autor revelación. Sólo se llevó este último ya que David Rubín tuvo que vérselas contra Max y su Bardín, el superrealista. Fue una lástima que no pudiera aspirar a algo más ya que Rubín es un guionista brillante y un narrador de raza, pocos podrían contarnos historias de ese mundo donde lo fantástico parece tan normal y cotidiano. Además, su grafismo seco, un tanto abrupto, demuestra la mano de alguien acostumbrado a dibujar mucho y rápido. Da la impresión de alguien que trabaja con pocos bocetos, dibujando a tinta casi directamente y manteniendo así la frescura del dibujo inicial.
Si no la habéis leído, hacedlo porque no os arrepentiréis. Yo la he prestado a diversos amigos y he extendido así mi admiración por este joven autor. Historias como La luciérnaga, Patatas o la poderosísima Antón en llamas son algunos de los mejores cómics que he podido leer en los últimos años, los he releído varias veces y siguen emocionándome cada vez como la primera. No puedo pensar en un mayor elogio.