¡Comics! ¡Cine! ¡Rock! ¡Novela negra! ¡Series de televisión! ¡Lo que me salga de las narices!

jueves, abril 18, 2013

Recuperando Textos: Por qué me gustan los tebeos

El siguiente texto fue escrito hace unos meses para el libro de una asociación fallera de Alzira que este año montaba una falla sobre cómics. El encargo me vino del amigo Antonio Busquets que era el coordinador. Una parte del grueso tomo está dedicado a este tema por gente como Antoni Guirtal o Manuel Barrero. Como es un texto muy general (el tema era "Por qué me gustan los tebeos") y que pocos de los amigos podrán leer, he pensado que a alguno le podría hacer gracia leerlo...



Una pregunta sencilla.
Una respuesta complicada, tal vez. Perdonen si me voy alguna vez un poco por las ramas...
Uno de mis primeros recuerdos relacionados con los tebeos es estar con una de mis tías, con la que me llevaba pocos años, leyéndome uno de los primeros álbumes de Mortadelo y Filemón. Ella se partía de risa constantemente y yo le decía “¡Pero deja de reírte y sigue leyendo!”.
El día que mi maestra me dijo que ya sabía leer del todo le pedí a mi madre que me comprara un cómic.
Pronto, a los tebeos de Disney del gran Carl Barks, a Mortadelo, a Asterix, a Tintin, al Capitán Trueno, se les sumaron los cómics Marvel que con mis seis añitos fueron una conmoción.
Desde entonces no he parado. Los cómics me han acompañado siempre. No siempre los mismos, claro. Cuando veo mis numerosas estanterías y veo los álbumes, los tomos, cuadernillos, comic books o lo que sea que se acumulan de forma inmisericorde, sé cuándo los lei y me recuerdan momentos o personas muy concretos de mi vida. Los tebeos de la Editorial Valenciana son los veranos de mi infancia, los Tintin me evocan a uno de mis tíos que me regaló la colección completa, los Peanuts, una de mis tías que hizo lo mismo, Cairo los años del instituto y Watchmen mis años en Barcelona...
Los tebeos me han dado grandes momentos de felicidad, me han divertido, me han emocionado, me han enseñado.
El mundo del cómic tiene varios puntos buenos a destacar. Uno es la facilidad que hay para contactar personalmente con autores gracias a las numerosas jornadas, sesiones de firmas, presentaciones que se dan a lo largo de todo el año y por todas partes prácticamente. Y si nos miramos internet, ya ni hablamos. Pocas vanidades, estilos de vida sanos, gente con la que da gusto relacionarse mayoritariamente.
Otro es el elevado nivel cultural que puede uno encontrar en él pese a los chistes fáciles, a los tópicos, a que los medios les encante enseñar gente disfrazada en salones y todo eso. Algunas de las tertulias sobre cine o literatura que más he disfrutado en mi vida ha sido con gente del cómic. ¿Saben eso del sabio que señala las estrellas y el tonto que mira el dedo? Adivinen quién es quién en la relación entre el mundo del cómic y los medios. Afortunadamente, los prejuicios van remitiendo.
Otro de los hechos diferenciales de este mundillo, si lo comparamos con otras modalidades artísticas, es el gran interés que tiene un porcentaje muy elevado de aficionados por los aspectos más teóricos del cómic: su historia, sus creadores, la crítica... Esto es algo que es reconocido hasta en premios del sector, por cierto. ¿A que no hay Oscar o Grammys o lo que sea al mejor trabajo crítico? Aquí se hace.
Aunque he hecho varias cosas dentro del mundo del cómic, mi principal labor ha sido como teórico, escribiendo críticas, artículos, reseñas, supervisando textos ajenos en revistas especializadas, pero si hay un tema en el que sobre todo soy conocido es por mi pasión por el coleccionismo de originales.
Los originales, por si no lo sabes, querido lector, son las páginas dibujadas por el autor de su puño y letra.
Son piezas muy apetitosas, porque son los dibujos originales con sus correcciones, sus manchas, permiten ver el proceso de trabajo del dibujante, las notas editoriales...
Son raras ya que sólo hay uno normalmente. Bueno, hasta hace relativamente poco, sólo había uno. Ahora puede haber dos, uno con los lápices y el otro con las tintas sobre los lápices escaneados. Pero lo habitual es uno.
A diferencia de otros países, donde para conseguir un dibujo del autor en una sesión de firmas, lo típico es tener que pagar, en España los autores no cobran. Así que, de jovencito, en cuanto veía un autor le pedía un dibujo en alguno de mis cuadernos. Bueno, de jovencito y ahora, que en esto sigo igual.
Mientras estudiaba la carrera hice amistad con varios colaboradores de diferentes editoriales dodne se dedicaban a escribir textos o a traducir cómics. Uno de ellos coleccionaba originales y me enseñó sus piezas. Aparte, asistí a numerosas exposiciones de originales (las exposiciones buenas suelen hacerse a partir de originales, no de reproducciones, claro). Era algo maravilloso.
Evidentemente, en cuanto empecé a trabajar y en la medida de mis posibilidades me puse a comprar originales.
Americanos.
Porque los precios de los originales de los EEUU eran francamente baratos por entonces comparados con los que se pedían por los de autores europeos o españoles. Aparte, allí lo tenían mejor organizado, con sus representantes o sus anuncios en publicaciones.
Era 1992. Ya ha llovido.
Desde entonces he ido consiguiendo piezas de algunos de los nombres indiscutibles de la historia del cómic americano. Hasta con los españoles y algunos europeos me he animado, oigan.
Ahora, pese al tiempo transcurrido, cada vez que me llega un paquete con un original me sigo emocionando.
He organizado exposiciones y prestado piezas para exposiciones en sitios como Asturias, Alicante, Palma de Mallorca, Barcelona, Granada o A Coruña.
He hecho visitas guiadas para muchas de ellas pudiendo ver el interés que despiertan tanto en aficionados como en gente vagamente interesada en el tema. He contactado con otros coleccionistas de todo el mundo, incluyendo algunos nombres muy conocidos del cine que son también coleccionistas de originales y a los que no hubiera llegado a conocer de otra forma probablemente. He participado en libros extranjeros sobre el tema.
Ver un original, como decía más arriba, te permite aprender mucho de cómo trabaja un dibujante: el tamaño y el tipo de papel, si entinta con pincel, plumilla o un rotulador cutre (como hizo cierto autor cuando tenía que presentar un trabajo y se había roto unos dedos; resultado: se ataba un rotulador con esparadrapo y adelante), si es limpio y preciso o si tiene que estar con el Tipp-Ex todo el rato. También es muy curioso desde un punto de vista más histórico en ocasiones ya que los originales de los tebeos españoles de los años cuarenta, en plena postguerra, son muy pequeños por la escasez de papel. Muy educativo, la verdad.
También es cierto que hay un componente mitómano. Saber que esas páginas las han tenido en sus manos algunos autores que admiro profundamente es algo que es muy difícil describir.
Pero hay otro factor muy importante, el que mueve a una mayoría importantísima de coleccionistas de originales: la nostalgia. Y es que tener originales de historias que leíste de muy joven, o no tanto, que te marcaron, viñetas que tienes grabadas en las retinas, es casi viajar en el tiempo a momentos muy especiales, muy felices, de tu pasado.
En la actualidad, monto exposiciones, escribo algunos textos para revistas especializadas o para alguno de mis blogs, pero sobre todo leo. Leo muchísimos cómics. Mis hijos se han aficionado. Gran sorpresa. Siempre he abogado por el proselitismo. Si un hincha de un equipo de fútbol, intenta que a sus hijos les interese, ¿por qué no iba a hacer yo lo propio? ¿Por qué no regalar un cómic a alguien por un cumpleaños si crees que lo va a disfrutar conociendo sus gustos? La experiencia me ha demostrado que funciona.
En la actualidad hay cómics para todos los gustos: historias autobiográficas que te dejan con el corazón en la garganta, trepidantes historias de acción, sátiras terriblemente incisivas. Lo que quieran.
Pasen y lean.